lunes, 10 de marzo de 2008

Elliott Smith (y II)



"So sick and tired
of all these pictures of me
"


(E. Smith, Pictures of me)



Su actuación en los Oscar de 1997 le sirvió como declaración de intenciones. El ridículo traje blanco demostraba que estaba fuera de lugar en Hollywood, que la fama no iba con él, siempre inseguro y tímido. La canción por la que aspiraba al premio (perteneciente a la banda sonora de El indomable Will Hunting) comenzaba así:

"De algún modo me las arreglaré
para disimularlo a lo largo del día
con la ayuda de Johnny Walker"

(Miss Misery)


Palabras secas, poco esperanzadoras. Marca de la casa. Sea como fuere, una gran compañía que aquí no mencionaremos se fijó en él y le dio la oportunidad de grabar dos álbumes: XO (1998) y Figure 8 (2000). En el primero, Smith se revela como un portentoso creador de melodías; quizá el primer cantautor desde John Lennon –sí, The Walrus era cantautor; o songwriter, si se prefiere- que imprimió casi más fuerza en la música que en la letra. A base de imaginar y experimentar, logró un sonido caleidoscópico, repleto de influencias pero reconocible y único. Sólo él podía atreverse a adaptar un vals a los nuevos tiempos, o a componer armonías de piano más propias del Romanticismo que de este siglo.


En Figure 8, en cambio, se pasó de recargado. Acostumbrado a las técnicas caseras de grabación, Smith vio la posibilidad de mezclar capas y capas de sonido (cuerdas, guitarras distorsionadas, voces superpuestas), y por el camino dejó extraviada parte de su esencia: ésa que se construye sobre las cuerdas pellizcadas de la guitarra.









En Figure 8 las canciones parecen más despreocupadas (que no más optimistas) y menos enigmáticas, si bien hay lugar para dolorosas reflexiones sobre el amor ("you're just somebody that I used to know") o introspecciones cargadas de amargura ("everything means nothing to me").

Por entonces, Elliott Smith ya había visitado varios centros de desintoxicación por su adicción a la heroína y el crack, así como un psiquiátrico por su tendencia autodestructiva. Frágil y autocrítico, apenas era una sombra de sí mismo en sus últimos conciertos, en los que el miedo escénico y el consumo de alcohol y drogas se traducían en constantes equivocaciones (amén de una apariencia aún más descuidada que de costumbre). Casi siempre dejaba las canciones a medias porque se le olvidaban los acordes o la letra.





Pero incluso en esos tiempos, cuando la vida le dolía y no acertaba con la guitarra, seguía componiendo joyas. Escribía en la barra de los bares a los que acudía para huir del silencio y emborracharse de whisky irlandés. Tal vez de esa elaboración ruidosa y caótica nace su inconfundible contraste entre la letra y la música, dos opuestos que encajan como una pieza única.



Como último regalo, se reservó un puñado de buenas letras para From a basement on the hill, disco editado póstumamente. En él se resume toda su carrera: la redención (“pero todo lo que podría llegar a hacer / nunca sería suficientemente bueno para ti”), la melancolía (“me sentía tan feo / que no sabía qué hacer”)… Quizá el tema más memorable sea A fond farewell, en el que repite con insistencia:


"Esta no es mi vida,
es apenas un cariñoso adiós a un amigo”.


¿Se refería a sí mismo? No sería de extrañar: ya había anticipado su retirada en “I better be quiet now” o “Can’t make a sound”. Sin embargo, nunca una canción se había parecido tanto a una despedida.



Un adiós expresado con convicción; la misma que demostraba al hablar de las traiciones, la violencia o el amor.

Keats dijo que "la belleza es verdad y la verdad, belleza". Lo mejor que se puede decir de las canciones de Elliott Smith es que son verdaderas.

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