lunes, 12 de mayo de 2008

Semana de autor


A Salamanca no suelen llegar las giras... pero sí (o casi siempre) los cantautores. Esta semana el torrente Javier Krahe (cuesta creerlo, a sus 64 años) pasará por la Hospedería Fonseca (viernes 16, 21:00 horas). Aún quedan entradas.

Heredero -a su manera- de Georges Brassens (del que tradujo Marinette, o Marieta), este artista de culto adopta, como el francés, un papel de trovador. Canta, con mordacidad, al amor, a la amistad, a los problemas cotidianos... sin olvidar, por supuesto, la crítica social. Ácrata convencido, no tiene reparo en decir verdades como puños, lo que le ha costado incluso la censura (por Cuervo ingenuo -1986- diatriba contra Felipe González, y -en 2004- por el cortometraje blasfemo Cristo al horno, emitido en Lo + plus y por el cual el grupo PRISA lo declaró persona non grata).




Eso sí: todo lo aborda desde el sentido del humor. Con una ironía a la que saca mayor partido en sus divertidísimos conciertos, más que cantar, narra. Tampoco debe minusvalorarse su verbo, su riqueza expresiva y su amplísimo vocabulario.
Domina las rimas como nadie en este país. De hecho, otro grande como Joaquín Sabina (con el cual compartió trío artístico en los 80 -La Mandrágora, con Alberto Pérez como tercero en discordia) todavía le consulta algunas de sus letras.

Es imposible resumir el cancionero de Javier Krahe en este reducido espacio, así que aquí va una muestra de su estilo indescriptible. En particular, de su libre elección (¿erección?) de los temas:

No todo va a ser follar,
no todo va a ser follar.
También habrá que comprarse unos calcetines,
habrá también que regar esos cuatro tiestos.
No todo va a ser follar:
habrá que documentarse sobre los delfines.
Y habrá también que firmar
(¡no todo va a ser follar!) muchos manifiestos.

(J. Krahe, No todo va a ser follar)






Por desgracia, el de Krahe no es el único concierto del viernes. Por un (nuevo) error de programación, coincide con el de Iván Ferreiro en el CAEM (21:00 horas). El cantante de Vigo acaba de publicar su nuevo disco, Mentiroso mentiroso (videoclip del single). De acuerdo: muchos de los que asistan al directo de este último ni siquiera sabrán quién es Javier Krahe, pero es una pena no poder disfrutar de ambos en días diferentes.
De una escuela diamentralmente distinta que Krahe, Ferreiro es un cantautor de nueva hornada, al estilo de su buen amigo Deluxe, como demuestran algunas de sus mejores canciones (Spnb, Turnedo), sin olvidar su larga época como líder de Los Piratas (El equilibrio es imposible, Años 80). Más allá de las críticas a su moderada cursilería (tal vez sería mejor calificarla de sensibilidad naïf), muchas de ellas amparadas tan sólo en su éxito de masas, hay que reconocer que el gallego ha demostrado en más de una ocasión su talento poético:

Te buscaré mucho más allá de lo que exige el tiempo
Y dormiré en cualquier lugar,
con quien me deje hacerlo
... Y en mi delirio arrastraré todas las cosas buenas
Hasta fundirlas en papel y hacer que den la vuelta
Y enroscarte en una idea hasta verte agua
No dibujarte. Tal vez tratar de emborronarte…

(I. Ferreiro, Mi furia paranoica)





Y eso no es todo. Los amantes de la canción de autor no tendrán que esperar hasta el viernes: Fernando Álvarez ofrecerá un recital en El Savor el miércoles 14 (22:30 horas -entrada libre). Muy popular en la red por su satírica Fea (pero te quiero) en compañía del poeta Alfredo Pérez (Sevillanas del Beckham), tiene un buen puñado de letras muy inspiradas:

Ella hablaba de Patty y Bob
enamorados, décadas atrás.
Yo estrenaba zapatos viejos
y un trozo de libertad.
(...) Ella cargaba su corazón con metralla
a punto de estallar.
(...) La ciudad nos engañó con viejas mentiras,
el paraguas deshilachado nos salvó de la tempestad.
Y las dudas de contrabando,
y tu boca queriéndome hacer maquillajes salados,
y mi voz y tu voz cansadas de tanto pasado
...

(F. Álvarez, Patty y Bob)

Habla principalmente (¿y quién no?) del amor, con relativo desenfado, como demuestra la cómica Yo quiero un novio ("que se ponga camisas que yo elija / que me saque a pasear los domingos y aunque sea infeliz, sonría / manejable, sumergible, recargable, que me lleve al cine...") aunque sin renunciar al sentimentalismo. También acierta en el original uso de los símbolos y los juegos de palabras:

Repta sibilina sobre mí,
redimensióname,
juega piel sobre piel.
Marca sinuosa tu perfil,
recalifícame cara a la pared.
Maúlla, desafíname el colchón
(...) Sáltate toda ley: desatorníllame
.

(F. Álvarez, Desatorníllame)





Posdata: esta entrada no pretendía ser una agenda de conciertos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Romántico (y provisional) epílogo


"La conciencia de su soledad, de su desvalimiento [...], la separación humana es la fuente de la vergüenza, la culpa y la angustia".
(Erich Fromm, El arte de amar)


Este Don Juan del siglo XXI no había dicho su última palabra.

Después de décadas negándose su condición de romántico empedernido, se atreve por fin (irreconocible: casado, con tres hijos, un bigotón y sin adicciones) a dedicar un disco casi por completo al amor: No more shall we part (2001). En castellano: "Nunca más tendremos que separarnos", un título -reconozcámoslo- verdaderamente optimista. El primero de toda su carrera.

La cosa, estaba claro, iba de cambios. Del torturado poeta de los damnificados, hermano del punk y la violencia, pasamos a un estable autor con horario de oficina (de 9 de la mañana a 5 de la tarde) durante el cual escribe canciones. Afortunadamente, su creatividad no se resiente: simplemente toma otro camino y lo aprovecha al máximo. Más contenido y evocador, menos maniático, conjuga la poesía de sus textos con el tono apaciguado de sus melodías y arreglos.

Hay lugar para recordar dolores pasados, como en el tema que da título al disco:

"Los contratos están acordados, el anillo está asegurado en el dedo

y nunca de nuevo mis cartas comenzarán

tristemente o en las profundidades del invierno"


(And no more shall we part)


También se permite un fugaz regreso a su época agresiva de rebelde sin causa (Fifteen feet of pure snow) donde caben, por supuesto, los símbolos:

"Los problemas que has tenido,

los leones que te llevaron a yacer en el suelo".

(Sweetheart come)

Incluso estructuras narrativas más propias de un relato en prosa (o verso libre) que de un formato tan restringido como la canción:

"La marea de la opinión pública había comenzado a apaciguarse [...] me senté, buscando la presencia de un Dios. Busqué en los dibujos de un libro encuadernado en piel. Encontré un cordero desdibujado dormitando sobre un charco de sangre, y un Jesús con branquias temblando en el anzuelo de un pescador".

(Darker with the day)

Aunque tras un pasaje tan fervientemente religioso como este último, confiesa, de forma tímida y tardía:

Muchacha, parece que haga tanto tiempo

desde que te marchaste

Y yo tengo que decir

que se me hace más oscuro conforme avanza el día".




Ése es su tono más personal: el que alterna las pasiones y los temores cotidianos con las obsesiones devotas. Así, una escena aparentemente plácida se vuelve turbadora:

"Mi esposa yacía completamente despierta. Yo la besé suavemente en la frente. Intenté no hacer ningún ruido, pero con ojos de piedra ella me miró y amablemente me estrechó la mano. Llámalo una premonición, llámalo una loca visión. Llámalo intuición, algo aprendido de la madre, pero cuando me miró desde abajo hacia mí pude ver claramente la Espada de Damocles colgando directamente sobre ella¡ Oh Dios!¿Cómo te he ofendido?"

(Oh my lord)

Pese a la maestría de sus composiciones, algunos de sus seguidores le acusaron de una cierta monotonía, de falta de riesgo y artificiosidad. No obstante, más que estas críticas, lo evidente es que Cave no explota al máximo el talento de los músicos que lo acompañan, y que apenas intervienen en un conjunto de canciones con una mínima instrumentación.



Tras el fallido Nocturama (2003), del que se rescata la pegadiza Bring it on, Cave alcanza su máxima madurez como compositor en el doble Abattoir Blues / The lyre of Orpheus. Después de una primera parte muy rockera, en lo que correspondería a su "cara B" da rienda suelta a su oficio de escritor concentrado y metódico. Su cómoda -casi rutinaria- vida familiar no le impide expresar, en Carry me, una petición desesperada:

"Ven y bebe de mí o date la vuelta y nunca más me recuerdes".

Y eso que ya no trasnocha. Ni convive con mujeres fatales. Ni le parten el corazón.

Apenas queda nada del enfant terrible; pero Nick Cave, todavía inspirado, no fuerza la pose: nunca peca de rimbombante ni de tópico. Su delicadeza, la autenticidad con la que define los sentimientos, se refleja de forma inmejorable en la joya del disco: el vals Babe, you turn me on, donde huye de la trascendencia gracias a las pinceladas de sorna ("Con una mano en tu redondo corazón maduro / y otra debajo de tus bragas"). Y en el momento de la verdad sabe traducir a palabras emociones universales:

"Todo se colapsa / Y el sentido de la moral nos ha abandonado

Es sólo la historia que se repite a si misma.

Y nena, tú me enciendes. Como una idea.

Como una bomba atómica."

Versos deliciosos combinados a la perfección con arpegios de piano, batería con escobillas, suaves guitarras... y la voz de Cave recitando, susurrando, seseando. Hasta se atreve a simular con la boca el sonido de una explosión. Si lo hiciera cualquier otro, sería patético. En él resulta sublime.



En definitiva, aunque en su último disco (Dig, Lazarus, Dig!!!) y en su otro grupo -Grinderman- haya recuperado su vertiente más enérgica y menos romántica, Nick Cave ya no parece avergonzarse de componer canciones de amor. Han dejado de ser la excepción de su repertorio, aunque tampoco se han convertido en la regla. El cantautor australiano ha interiorizado, de una vez por todas, lo que explicaba Erich Fromm en El arte de amar:

“Mientras tememos conscientemente no ser amados, el temor real, aunque habitualmente inconsciente, es el de amar. Amar significa comprometerse sin garantías... el amor es un acto de fe”.

Versos bajo los adoquines

Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver.
(proclama de Mayo del 68)

"Comiencen a soñar", decía uno de sus eslóganes.

No es éste un espacio para la nostalgia; pero el 40 aniversario de aquel movimiento estudiantil, hoy fruto de ilustrativos homenajes y completas retrospectivas en distintos medios, merece una referencia. Y es que no sólo dejó huella en la historia, sino también -qué duda cabe- en la música.

¿Hace falta explicar unos acontecimientos de sobra conocidos? Las protestas y huelgas de los estudiantes contra el gobierno De Gaulle se vieron secundadas por los obreros, sindicatos y pensadores, como Jean-Paul Sartre. También -desde la distancia, eso sí- por los artistas, que pusieron banda sonora a la época.

Los Rolling Stones estrenaron la descarnada y directa Street fighting man, del álbum Beggars banquet (1968), donde se referían a las revueltas juveniles antisistema. Lo hacían, claro, un año antes de anunciar en el apocalíptico Let it bleed (1969) la cruda realidad post-revolucionaria (su "you can't always get what you want" se opondría al idealista "pedid lo imposible").

La sucia portada se censuró en España; fue sustituida por un pulquérrimo diseño en blanco, demasiado similar al White Album de The Beatles (publicado unos meses antes). En este vídeo de Street fighting man se observa el modelo original de Beggars banquet:





"Creo que es el momento para una revolución de palacio [...]

¡Oye! He dicho que mi nombre es Disturbio.
Chillaré y gritaré, mataré al rey, insultaré a todos sus criados.
Pero ¿qué puede hacer un chaval aparte de cantar
en una banda de rock and roll?
Porque en el soporífero Londres
no hay lugar para un luchador callejero. ¡No!"

(Street fighting man)

No hay que olvidar que el disco incluía, a su vez, la inolvidable Sympathy for the devil ("Si me conoces, ten algo de cortesía, / ten algo de compasión, y algo de buen gusto / Usa toda tu bien aprendida educación / o destruiré tu alma"), así como la desafiante Salt of the earth ("Pensemos en los vacilantes millones que necesitan líderes que luego resultan jugadores"). De hecho, el propio Jagger reconoce, en varias entrevistas, la influencia de mayo del 68 en un álbum tan provocativo como Beggars banquet:


"Las revueltas de París me sirvieron de inspiración, porque Londres, en contraste, estaba muy tranquila [...] Siempre me decían que Street fighting man era una canción subversiva. "Por supuesto que lo es", contestaba. Es absurdo pensar que se puede empezar una revolución con un disco. ¡Ojalá fuera así!"

(Mick Jagger, 1995)


Y sus satánicas majestades no estaban solos. The Beatles, por su parte, editaban el doble White Album, que daría por sí solo para una tesis doctoral.

En lo que aquí atañe, destacan la claustrofóbica Yer Blues ("Quiero morirme... / El águila me picotea un ojo, / el gusano me lame los huesos. / Me siento tan suicida..."), que en este directo reúne a cuatro de los mejores músicos de todos los tiempos (Lennon, Clapton, Richards y Mitchell) y la crítica encubierta al Maharishi Manesh Yogui, que habían conocido en su viaje a la India y a quien Lennon pone a caldo en Sexy Sadie.

Aunque para hablar de política, por primera vez de modo declarado y sin cortapisas, ahí estaba Revolution 1, en la que John, espoleado por el mayo parisino, se revelaba partidario de los cambios sociales, pero no de la violencia revolucionaria:

"Dices que quieres una revolución / Bueno, ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Me cuentas que es la evolución. / Ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Pero cuando hablas de destrucción... no cuentes conmigo".





Al otro lado del Atlántico, Simon & Garfunkel grababan Bookends, retrato de América (con el tema homónimo, que reza: "Lo que el tiempo fue, lo fue: el tiempo de la inocencia"), el musical Hair con su apología hippie anti-Vietnam, Johnny Cash con su histórica actuación en la prisión estatal de Folsom, y sobre todo The Doors.
Su tercer album, Waiting for the sun, y el primero que alcanzaba lo más alto de las listas de ventas, con singles tan significativos como la erótico-festiva Hello, I love you, el mismo mes que el Papa había condenado el uso de los anticonceptivos.

"Sus brazos son inmorales y sus piernas largas. /

Te deseo / Como un perro que suplica por algo dulce".


o, especialmente, como la desgarradoramente antibelicista The unknown soldier:

"Haz una tumba para el soldado desconocido

acurrucado en el hueco de tu hombro".





En España, aprovechando las primeras fisuras de un régimen autoritario que aún torturaba y asesinaba a sangre fría, los cantautores ejercieron casi de líderes políticos, cuando menos de luchadores por la democracia. Raimon ofreció un recital mítico en la entonces Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense, que se vio obligada a cerrar un año por culpa de este acto subversivo. No se conserva ninguna grabación (el técnico, atemorizado, las destruyó), pero el valenciano asegura que comenzó con esa loa a la libertad que es Al Vent:

"Al vent, la cara al vent, el cor al vent,

les mans al vent,
ells ulls al vent...
al vent del món."

Casi una proclama política, propia de otros miembros de la Nova Cançó como Pi de la Serra o María del Mar Bonet; o de Joan Manuel Serrat, que renuncia a participar en Eurovisión si no canta en catalán el famoso "La, la, la", decisión que le costaría la censura y más de un quebradero de cabeza. Igual que a Lluis Llach, que precisamente en 1968 compuso L'Estaca, quizá el tema más representativo de la época. Ha alcanzado tanta popularidad, que a veces se canta de memoria, olvidando la profundo sentido de sus bellas palabras:

"Siset, que no veus l'estaca/on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en mai no podrem caminar!
Si estirem tots, ella caurà, i molt de temps no pot durar [...]
Segur que tomba [...] i ens podrem alliberar.
Però, Siset, fa molt temps ja, les mans se'm van escorxant
[...] Sé que està podrida
però és que, Siset, pesa tant/que a cops la força m'oblida"

("Siset, ¿No ves la estaca/a la que estamos todos atados?/Si no conseguimos deshacerla/nunca podremos andar // Si tiramos fuerte, ella caerá/ y mucho tiempo no puede durar/Seguro que cae, y podremos liberarnos // ¡Pero, Siset, hace mucho tiempo ya/las manos se me están desollando (...) Sé que está podrida/pero es que, Siset, pesa tanto/que a golpes la fuerza se me olvida.")






¿Y en Francia? Aparte del rock y el folk anglosajón, la patriótica Marsellesa o la Internacional comunista, una canción sin mensaje político o ideológico, a fuerza de ser repetida, se convertía en himno: Il est cinq heures, Paris s'éveille, con letra de Jacques Lanzmann y Anne Ségalen. Jacques Dutronc ponía la voz:





Reino Unido, EEUU, España, Francia... todos denunciaban lo mismo: fuese en una dictadura o en un (supuesto) sistema democrático, hacía falta una renovación social, política y cultural. La juventud debía recuperar el inconformismo, apaciguado demasiado tiempo, y lanzar sus proclamas contra la apatía y a favor del amor, la paz y la liberación sexual.

Treinta años más tarde, Ismael Serrano (con su hermano Daniel como letrista) dedicaría una dura crítica a aquella generación en Papá, cuéntame otra vez; canción a veces malinterpretada como una elegía a un tiempo pasado que fue mejor, cuando no es en absoluto la intención del autor:

"Fue muy dura la derrota,
todo lo que se soñaba se pudrió en los rincones".

Lo que recuerda es que no se consiguió nada: el gobierno, durante las huelgas generales, llegó a encontrarse al borde del colapso; pero el posibilismo del Partido Comunista Francés y de la Confederación General del Trabajo llevaron a los obreros a aceptar las reformas (insuficientes) y las elecciones anticipadas, en las que De Gaulle resurgió con más fuerza todavía.


Cuarenta años después, estancados en un sistema neoliberal y capitalista casi tan injusto y desigual como el de entonces, algunos de los eslóganes del mayo francés suenan más antiguos que la Inquisición (La humanidad no será feliz hasta el dia que el último burócrata sea ahorcado con las tripas del último capitalista). Sin embargo, otros conservan su capacidad ilusionante y movilizadora (La imaginación al poder), su dosis de frivolidad (El aburrimiento es contrarrevolucionario) e incluso significados inesperados (Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas).

Pese a todo, por encima de las barricadas, los alucinógenos o el carisma de Dany el rojo, la acuciante necesidad de reivindicación ante el anquilosamiento, la esperanza y la rebeldía, sumadas a un puñado de grandes canciones, hacen perdurar el recuerdo de Mayo del 68.

Mal que le pese a Sarkozy, quien considera aquel movimiento el origen de todos los males del presente, no le faltaba razón a Sartre:
"Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir".


martes, 22 de abril de 2008

Se ha (re)construido un poeta






"Yo creo que la gente prefiere el inglés porque no te obliga a pensar. Pero es curioso la fuerza que toman las canciones cuando las cantas en castellano. Es como si todo se volviera mucho más personal".

(Xoel López)



Deluxe acaba de poner a la venta su nuevo álbum, Reconstrucción. Catorce temas originales, más un DVD con el mítico concierto que ofreció en la madrileña sala de La Riviera a finales de 2007 (repleto de colaboraciones: Josele Santiago, Amaral, Amaro Ferreiro...), tres videoclips y una curiosa sesión de piano-bar con cuatro versiones "desnudas".

Pero lo que ahora nos ocupa es esta aparente reconstrucción, que sin embargo no supone sino la confirmación del camino que el compositor gallego ha tomado de un tiempo a esta parte. Tras el fiasco de Los jóvenes mueren antes de tiempo (2005), en Fin de un viaje infinito (2007), además de optar definitivamente por el castellano como lengua para comunicarse (en sus primeros compactos primaba el inglés casi de forma exclusiva), presentó un estilo más maduro, con poderosas influencias del pop-rock británico de los sesenta, empezando por los Beatles (pocos están al alcance de escribir un tema como Simone, que suena como si la hubiera concebido la dupla Lennon & MacCartney); abundan los teclados, las guitarras poco distorsionadas y una completa sección de metales (trompeta, trombón...).


Sin embargo, también incorporaba una vertiente folk, insólita hasta la fecha, que se refleja en las hermosas Ver en la oscuridad o sobre todo Rostro de actriz:




En este último álbum, que mantiene su aureola indie (con pinceladas de Beck, Coldplay y, en la otra cara de la moneda, Oasis) aunque menos electrónica y sabiamente combinada con una lujosa producción, Xoel López se consolida como un superdotado hacedor de estribillos pegadizos. Entre el puñado de himnos pop que nos regala, destacan Adiós corazón, Historia universal y el tema que da nombre al disco, subtitulado El mejor momento.
No obstante, en medio del nuevo material se encuentran perlas acústicas, de un estilo country-folk emparentado con Dylan (armónica, guitarra al hombro, esquemas armónicos de cuatro acordes), como Tendrás que hacerlo mejor, que cierra el álbum y recuerda a la anterior El amor valiente.

Y entre los extremos (el rock alternativo de Pájaros negros y la canción de autor norteamericana), experimentos como El cielo o el instrumental homenaje a Ennio Morricone que es Paseo en bicicleta por la playa de Riazor, y dos impagables poemas como El cielo de Madrid


("Cuántas veces he pensado ya / en dejar este lugar hostil / Pero como en los libros de mi infancia / siempre elijo la página que me devuelve al mismo lugar")


y Es verdad, asombrosamente cercana a la lírica de L.E. Aute:


"Es verdad
que sólo eres la estela de mis planes buenos
[...] Ya no eres ni la duda de un posible encuentro.
Es verdad,
ya no eres ni los posos de esta gran botella.
Ya no eres el rencor, ni el temor, ni la huella.
Es verdad,
tan sólo eres el polvo de un salón vacío".




Y es que si algo ha mejorado Deluxe son sus letras. Todavía habrá quien recuerde alguno de los terroríficos ripios del pasado ("Tus discos de platino me importan un pepino", "No soy el hombre maravilla ni la pata de tu silla", y un sinfín de frivolidades similares), que precisamente coincidieron con el polémico cambio de idioma.
Pero también en inglés, anteriormente, había cometido tropelías entre pretenciosas e ingenuas: "I hate all those stupid things you love / You've got too much / We've got nothing at all".


Ahora, por fin, ha encontrado su estilo. No se ha dejado llevar por la actitud de "estar de vuelta de todo", pero sí confía más en sí mismo, en su capacidad imaginativa y en su voz profunda. Desembarazado del yugo minoritario y de la presión autoimpuesta de escribir sobre grandes temas (cuando los que de verdad domina son el amor y la incertidumbre), Deluxe, como su compañero en Laboratorio Ñ Quique González, continúa su trayectoria musical y poética, a caballo entre el pop furioso y bailable (Que no, Tanto rollo con el infierno) y las baladas solitarias introducidas por la armónica (Gigante).
Guste más o menos, es un camino que se ha labrado él mismo.

domingo, 6 de abril de 2008

Con el corazón volcado sobre el piano










"I don't believe in an interventionist God,
but I believe in love
"
(Into my arms, 1996)


Ya era hora. Después de unas pocas baladas desgarradoras y tras el paréntesis de sentimientos que supuso Murder ballads, Nick Cave lo reconocía sin pudores: "Creo en el amor".

El impresionante The boatman's call, álbum que incluye la deliciosa Into my arms, supuso un giro (temático y compositivo) en la carrera del australiano, que -inspirado por su ruptura con PJ Harvey- dejó brotar el dolor sobre las teclas de un viejo piano.
Desde la desazón y la incertidumbre de (Are you the one) I've been waiting for?
("¿Eres tú mi destino? / ¿Es así como aparecerás? / Envuelta en un abrigo con lágrimas en los ojos... / de la tristeza, mundos enteros han sido construidos"),
hasta los prodigiosos juegos lingüísticos de Green eyes
("Bésame otra vez, rebésame / desliza tus manos frígidas bajo mi camisa. / Si sólo fuera una cuestión de fe, si se midiera en peticiones y oración / ella se materializaría"),
todo es descarnadamente biográfico, tan sincero que conduce el estilo literario -anteriormente barroco- de Cave hasta las fronteras del minimalismo.

El mejor ejemplo es Far from me:

"Es bueno oírte que te lo estás montando tan bien
Pero realmente ¿no puedes encontrar a otro
a quien puedas llamar y contárselo?
¿Te preocupaste alguna vez por mí?
¿Estuviste alguna vez allí por mí? Tan lejos de mí...


Amor y destrucción

"No confío en las canciones en las que no se puede leer entre líneas"
(N. Cave, 1998)



El título Let love in (1994) podría -a priori- interpretarse como la confirmación de la sentimentalidad mostrada por Nick Cave en sus dos álbumes anteriores. Sin embargo, ya desde su portada el cantante australiano acaba de un plumazo con esas expectativas, y desvela su estado de ánimo. Las tres palabras grabadas a sangre en su pecho tienen connotaciones diabólicas: un hombre desnudo, entregado al amor, se ha estrellado con el fracaso emocional y sus demonios. La sentencia "Let love in" se asemeja a una tortura.

El primer corte del disco no hace sino confirmar la sospecha: Do you love me? narra una historia que comienza "en una noche de fuego y ruido" (no parece el mejor de los augurios) y culmina con estos versos:


"Todas las cosas se mueven hacia su final:
supe antes de encontrarla que la perdería.
Juro que hice todos los esfuerzos para ser bueno con ella".


En la propia canción que da nombre al compacto, se personaliza la acción. I let love in ("yo dejé entrar al amor") es radicalmente opuesta al sentido convencional (melancólico pero feliz) que se le podría adjudicar al título: se trata de una balada desengañada en la que el artista explora las dependencias que se crean en torno a las relaciones de pareja:

"Despecho y Decepción, los dos feos gemelos pequeños del Amor.
Llegaron a mi puerta y yo los dejé entrar:
querida, eres mi castigo por todos los pecados anteriores.
[...]
Por favor, no me abandones aquí a mis propios medios.
¿Dónde están mis amigos? Mis amigos han desaparecido.
Yo dejé entrar al amor".


¿Has visto lo que pasa cuando te expones al amor? Que te desarma y acaba contigo, parece clamar Cave. En su boca, ese "I let love in" suena como una condena a muerte que todos los enamorados firman, y que les pasará factura antes o después. La tonalidad menor de los arpegios de la guitarra no hace sino subrayar esta percepción. El siguiente vídeo ofrece una excelente versión en directo y la letra traducida de la canción:





La desesperanza de Let love in, sumada al tono sombrío de las melodías y las instrumentaciones, mostró una faceta cercana al Nick Cave underground de los años ochenta. El hecho de que los mismísimos Metallica adaptaran más tarde Loverman no ayuda a dulcificar el conjunto.

El siguiente paso confirmó la tendencia: en Murder ballads (1996) las referencias al amor brillan por su ausencia. No en vano, Cave reconoció: "Este álbum me ha liberado de hablar sobre mí mismo". Pese a ello, se trata de una de las obras cumbre de los Bad Seeds, con colaboraciones estelares de Kylie Minogue y de PJ Harvey, por entonces pareja de Cave. Las letras elevan a la enésima potencia la riqueza temática y verbal de la que siempre ha hecho gala el compositor, que se atreve con nueve historias sobre crímenes pasionales y con una décima pista que deja lugar a la esperanza: una versión del Death is not the end de Dylan. Con todo, supone sólo un intento final de redención tras un disco claustrofóbico en el cual el australiano parecía negar la importancia del amor en su propia vida.


Tras su pose de Casanova, era difícil imaginar que se escondía un romántico empedernido.
Hasta que llegó la hora de la verdad.


lunes, 31 de marzo de 2008

Nick Cave, un Don Juan... ¿sentimental?







"Far worse to be Love's lover
than the lover that Love has scorned"
Acaba de salir a la venta el nuevo álbum de Nick Cave & The Bad Seeds, con el -muy enfático- título de Dig, Lazarus, Dig!!! El artista australiano sigue siendo casi un desconocido en España, pese a arrastrar a sus espaldas treinta años de carrera. De hecho, aunque todas las revistas especializadas (que lo ensalzan como músico de culto) le dedican reportajes y artículos (casi siempre excelentes: una muestra), por el contrario en los medios generalistas apenas se habla de él... o se le pone a caldo.

Incluso en el mercado anglosajón se le llegó a conocer más por su agitada vida sentimental (conquistó, entre otras, a PJ Harvey), aunque de un tiempo a esta parte, afortunadamente, se ha impuesto la lógica de la calidad. Empezando por las letras, claro (¿qué esperabais?): Cave es quizá el más intelectual de todos los compositores. ¿Cómo se explica, si no, que en una sola canción aluda a Dylan Thomas, Paul Gaugin, San Juan de la Cruz o Vladimir Nabokov? Sólo un erudito podría hacerlo.

Ah, pero es que hay trampa: Nick Cave escribe. Y no sólo canciones: en 1989 publicó su -de momento- única novela, And the ass saw the angel, nombrada Libro del año por la revista Time-Out. Por si fuera poco, también ha intervenido en el cine; y no en una película cualquiera: recientemente, ha compuesto la banda sonora de la notable El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, donde protagoniza un satírico momento, semejante al que compartió con Brad Pitt en la floja Johnny Suede. Aunque su aparición más reseñable se remonta a 1987, en la obra maestra de Wim Wenders El cielo sobre Berlín. Una escena capital, muy próxima al desenlace, se desarrolla durante un concierto de Nick Cave y su banda:





En este alud de referencias culturales no podía faltar la mejor música: en sus comienzos, la herencia obvia de Lou Reed y Tom Waits (en el feísmo armónico, el retorcimiento, la oscuridad temática) y la movida punk; en los últimos años, en cambio, la madurez le ha dotado de un parecido sorprendente con Leonard Cohen y con Johny Cash. Además, su impresionante elenco de músicos lo acerca al country-rock y al jazz de Louis Armstrong. Ellos son The Bad Seeds:


Sin embargo, incluso por encima de su grupo, están esos versos que medio recita-medio canta con su insegura voz de barítono. Desde los años 70, Cave se ha atrevido a abordar casi cualquier tema, siempre de una forma narrativa y bastante teatral, si bien ha evolucionado desde el furioso expresionismo de los comienzos a un intimismo un tanto minimalista.
Así, aun reconociendo la importante presencia de la religión en sus canciones (profesa un cristianismo devoto), probablemente su tema más frecuente sea el AMOR. Sus baladas desgarradoras desbordan creatividad, como se refleja en su disco The good son (1990), un remanso de paz tras los agitados 80. Su original simbología se plasma inmejorablemente en la triste y hermosa The ship song:

"Despliega tus barcos a mi alrededor y baja tus puentes [...]

Venga, suelta tus perros sobre mí. Deja que cuelgue tu pelo.

Hablamos de ello toda la noche, definimos nuestra base moral

pero cuando me deslizo entre tus brazos

todo comienza a derrumbarse..."






En su siguiente álbum, Henry's dream (1992), parecía seguir los mismos derroteros con la remilgada Straight to you. Pero Nick Cave siempre ha demostrado una inagotable capacidad de sorpresa, y prueba de ello es The loom of the land: en ella, el relato de un sencillo paseo de una pareja produce incertidumbre desde que, en los primeros versos, se nos hace saber que el joven lleva un cuchillo en el bolsillo del pantalón...

martes, 25 de marzo de 2008

Thunder Road, el símbolo


Rock 'n' roll, man, it changed my life. It was like The Voice of America, the real America coming into your home [...] Once I found the guitar, I had the key to the highway.

(Bruce Springsteen, 1978)


No, no nos habíamos olvidado de ella. Thunder Road merece capítulo aparte por varias razones: para empezar, sintetiza (es un decir, ya que la letra completa ocupa más de un folio) la esencia de Bruce Springsteen, ambientada en su territorio más reconocible: "The road", o "the highway", la carretera, no sólo el camino que conduce desde un lugar hasta otro, sino el medio que porta las esperanzas de una vida mejor.
El mismo contenido que abordaba Born to run (el deseo de partir y comenzar de nuevo), sólo que desde una perspectiva diferente, tal vez más poética. Ambas, en cualquier caso, representan el mejor estado de forma del autor, su escritura más depurada, que de hecho no superaría en treinta años de carrera. Más directo y comprensible que nunca, pero de una precisión y un lirismo inalcanzables para el común de los mortales.

La madurez de esta letra abruma. Basada en el cartel de una película de Robert Mitchum que el Boss ni siquiera había visto, comienza descriptiva, y poco a poco se suceden imágenes cada vez más metafóricas. El Jefe no da cuartel, ni siquiera para tomar aire y seguir cantando. No esconde en ningún momento su condición de antihéroe. El posible idealismo queda sepultado por la desmitificación: a cambio, nos ofrece una dura dosis de realismo ("rezando en vano para que un salvador aparezca"), de temores ("No me hagas volver a casa, no tengo valor para estar solo"), melancolía ("piensas que quizá no seamos ya tan jóvenes"), sentido del humor ("no eres una belleza, pero, oye, no estás mal") y, sobre todo, de sinceridad a raudales:

"No soy un héroe, eso está claro.
La única redención que puedo ofrecerte
está debajo de este sucio capó"

Con la llegada del estribillo, se aprecia otro rasgo característico de las letras de Springsteen: la traducción al castellano suena extraña, o desde luego no tan bien como en inglés. El propio título, "Carretera del trueno", parece un chiste comparado con el sonoro anglosajón. Lo mismo sucede con los siguientes versos, que por respeto al original reproduciremos íntegros:

"These two lanes will take us anywhere.
We got one last chance to make it real,
to trade in these wings on some wheels.
Climb in back, Heaven's waiting on down the tracks.
Oh oh come take my hand.
Riding out tonight to case the promised land
Oh oh Thunder Road".

(“Estos dos carriles nos llevarán a alguna parte./ Tenemos una última oportunidad de hacerlo realidad / Cambiar esas alas por unas ruedas / Sube atrás, el cielo nos espera en el camino / Venga, coge mi mano / Esta noche la tierra prometida será nuestra / Carretera del Trueno”.)


Un inciso: la estructura musical de Thunder Road también es representativa de las características de las mejores canciones del Boss: un principio melódico (casi siempre de piano aunque a veces de guitarra), que construye una atmósfera propicia, única. Sólo después puede comenzar a desarrollarse la narración. No son pocos los casos en los que el comienzo instrumental se extiende hasta más de un minuto de duración; y tampoco sería descabellado señalar que algunos de estos riffs han llegado a ser más conocidos que la propia canción a la que preceden. Con respecto a Thunder Road, fue particularmente bella la interpretación que, como arranque de concierto, ofreció Springsteen en Londres en 1975:




Poco a poco, lo que parecía una balada solitaria se engrandece progresivamente; incorpora nuevos instrumentos, acelera el ritmo de pronunciación de la letra, hasta llegar a un pasaje final apoteósico:

"And I know you're lonely for words that I ain't spoken,
but tonight we'll be free, all the promises'll be broken.
There were ghosts in the eyes of all the boys you sent away
They haunt this dusty beach road in the skeleton frames
of burned out Chevrolets.
They scream your name at night in the street.
Your graduation gown lies in rags at their feet
And in the lonely cool before dawn you hear their engines roaring on
But when you get to the porch they're gone on the wind,
so Mary climb in. It's a town full of losers,
and I'm pulling out of here to win".

(ver traducción)

Por ponerle un inconveniente, hay que reconocer que la forma de cantar de Springsteen, mascullando las palabras, dificulta tremendamente la tarea de comprender lo que dice:




Sea como fuere, Born to run -el álbum-, gracias a joyas como el tema homónimo o la canción a la que dedicamos esta entrada, encumbró al Boss a los puestos más altos de ventas y lo convirtió en un fenómeno de masas, hasta el punto de que el 27 de octubre de 1975 apareció en las portadas de las revistas Time y Newsweek.


Pero más allá de la fama, Born to run propició a Bruce Springsteen el espaldarazo crítico que merecía: de hecho, en las clasificaciones de mejores discos de la historia del rock (poco fiables y absolutamente inútiles, todo hay que decirlo) no suele bajar de las primeras posiciones. Lo mismo le sucede a Thunder Road, que ha sido versionada por múltiples grupos y solistas, incluso con la colaboración del jefe de New Jersey:





Aunque lo verdaderamente importante es que, tres décadas después, canciones como Thunder Road forman parte de la gente: como acertado trasfondo musical de un trayecto en coche, por ejemplo; pero incluso como la banda sonora de una vida. Y qué mejor ejemplo que este vídeo:



sábado, 22 de marzo de 2008

El poeta urbano

"I saw the future of rock and roll
and its name is
Bruce Springsteen"

(The Real Paper, Boston, mayo de 1974)




El crítico musical Jon Landau (más tarde su productor y manager) no se equivocaba: aquel chico de New Jersey iba a ser el futuro del rock.

Tres décadas después, con algo menos de pelo, la banda de siempre y las mismas ganas de comerse el mundo, Bruce Springsteen representa el pasado y quizá el porvenir, pero por encima de todo el presente. No en vano, desde hace unos meses lleva a cabo una extenuante gira que desembocará en España a mediados de julio.

Sigue llenando estadios, incluso más que en los años ochenta; sus espectaculares directos acogen a diversas generaciones de público; sus discos y dvd's no dejan de venderse pese al auge de las descargas por Internet... Hasta el Vaticano le da su bendición.

¿Dónde reside su poder de convocatoria? Analicemos. Su música no pasará a la historia por su originalidad: rock con pizcas de country, folk y blues, con arreglos clásicos, heredero de Elvis o Chuck Berry, y también -¿quién, si no?- de Bob Dylan.

Sin embargo, el Boss (apelativo que a él, por cierto, no le agrada en absoluto) sólo se parece a sí mismo.


Y eso que su mayor virtud tampoco es el virtuosismo instrumental: se defiende con la guitarra, aporrea más o menos bien el piano y sabe hacer sonar la armónica. Aunque sí, de acuerdo: su particular voz (desgarrada, emotiva) y su indiscutible carisma le garantizan multitud de seguidores. Y qué decir del inimitable grupo de músicos que lo acompaña: la mítica E-Street Band.


Pero hay otro motivo de peso; tal vez el factor diferencial más importante: sus letras.

Springsteen sabe expresar el sentir del pueblo, sus preocupaciones cotidianas: el trabajo, el amor, la religión, la familia, el sexo. Todo ello sin renunciar al lirismo. Poeta de las calles, patriota y, como tal, influido por la obra de Faulkner o Flannery O'Connor, desarrolla tramas completas en sus larguísimas canciones, cargadas de nombres propios (Mary, Wendy) y postales de la cara menos amable del sueño americano.

En uno solo de sus temas puede haber más palabras que en un álbum completo de otros artistas. Los versos se encadenan, a veces sin culminar en un estribillo definido. Eso queda de manifiesto en su disco más emblemático, aquél que lo convirtió en una estrella mundial: Born to run (1975).

Enérgico. Rotundo. Monumental. Ocho canciones que costaron años de grabación, hasta el punto de que Springsteen y los suyos se la jugaban a "todo o nada": si no hubieran triunfado -reconocieron más tarde- la compañía los habría despedido.

Afortunadamente, fue un éxito absoluto de ventas y de crítica. Mostró la impresionante evolución de un joven que apenas acababa de empezar (era su tercer álbum) pero se sabía nacido para la gloria. Su enorme ambición se había manifestado en interminables sesiones a cara de perro en las que llevaba al límite a sus compañeros de fatiga, como el saxofonista Clarence Clemmons. Eso sí: la exigencia del Boss comenzaba consigo mismo. Pulir las letras al máximo se convirtió en su obsesión.

¿El resultado? Narraciones impecables, retorcidas y densas como la que da título al disco. Born to run es un tema eufórico, contundente como un relámpago, y una rarísima excepción: pocas canciones tan populares se incluyen al mismo tiempo entre las mejores composiciones de sus autores.

En el vídeo se traduce al castellano, de forma poco ortodoxa, la letra original.



En Born to run toma forma uno de los tópicos temáticos de Springsteen: la huida hacia la libertad a través de la carretera. Un grito de juventud acerca de una última oportunidad ("last chance power drive /... but there's no place to hide") que simboliza asimismo la encrucijada que suponía esa canción para su carrera como cantante. Contiene algunos de los mejores versos de la historia del rock:

"Esta ciudad te arranca los huesos de la espalda,

es una trampa mortal, es una llamada al suicidio.

Tenemos que salir de aquí mientras seamos jóvenes,

porque vagabundos como nosotros nacimos para correr".

Por si no fuera suficiente, Born to run (el álbum) contenía otros tantos temas de esos que por sí solos merecerían ser recordados. Ninguno está de más, no hay rellenos. Destaca, como insuperable despedida, la muy descriptiva y épica -en lo musical y en lo literario- Jungleland:

"Afuera, la calle está ardiendo en un vals de la muerte entre la carne y la fantasía.

Y los poetas, aquí, no escriben nada,simplemente observan y dejan pasar las cosas,

y en el vértigo de la noche buscan su momento e intentan una honrosa resistencia.

Pero acaban heridos, ni siquiera muertos..."