lunes, 12 de mayo de 2008

Semana de autor


A Salamanca no suelen llegar las giras... pero sí (o casi siempre) los cantautores. Esta semana el torrente Javier Krahe (cuesta creerlo, a sus 64 años) pasará por la Hospedería Fonseca (viernes 16, 21:00 horas). Aún quedan entradas.

Heredero -a su manera- de Georges Brassens (del que tradujo Marinette, o Marieta), este artista de culto adopta, como el francés, un papel de trovador. Canta, con mordacidad, al amor, a la amistad, a los problemas cotidianos... sin olvidar, por supuesto, la crítica social. Ácrata convencido, no tiene reparo en decir verdades como puños, lo que le ha costado incluso la censura (por Cuervo ingenuo -1986- diatriba contra Felipe González, y -en 2004- por el cortometraje blasfemo Cristo al horno, emitido en Lo + plus y por el cual el grupo PRISA lo declaró persona non grata).




Eso sí: todo lo aborda desde el sentido del humor. Con una ironía a la que saca mayor partido en sus divertidísimos conciertos, más que cantar, narra. Tampoco debe minusvalorarse su verbo, su riqueza expresiva y su amplísimo vocabulario.
Domina las rimas como nadie en este país. De hecho, otro grande como Joaquín Sabina (con el cual compartió trío artístico en los 80 -La Mandrágora, con Alberto Pérez como tercero en discordia) todavía le consulta algunas de sus letras.

Es imposible resumir el cancionero de Javier Krahe en este reducido espacio, así que aquí va una muestra de su estilo indescriptible. En particular, de su libre elección (¿erección?) de los temas:

No todo va a ser follar,
no todo va a ser follar.
También habrá que comprarse unos calcetines,
habrá también que regar esos cuatro tiestos.
No todo va a ser follar:
habrá que documentarse sobre los delfines.
Y habrá también que firmar
(¡no todo va a ser follar!) muchos manifiestos.

(J. Krahe, No todo va a ser follar)






Por desgracia, el de Krahe no es el único concierto del viernes. Por un (nuevo) error de programación, coincide con el de Iván Ferreiro en el CAEM (21:00 horas). El cantante de Vigo acaba de publicar su nuevo disco, Mentiroso mentiroso (videoclip del single). De acuerdo: muchos de los que asistan al directo de este último ni siquiera sabrán quién es Javier Krahe, pero es una pena no poder disfrutar de ambos en días diferentes.
De una escuela diamentralmente distinta que Krahe, Ferreiro es un cantautor de nueva hornada, al estilo de su buen amigo Deluxe, como demuestran algunas de sus mejores canciones (Spnb, Turnedo), sin olvidar su larga época como líder de Los Piratas (El equilibrio es imposible, Años 80). Más allá de las críticas a su moderada cursilería (tal vez sería mejor calificarla de sensibilidad naïf), muchas de ellas amparadas tan sólo en su éxito de masas, hay que reconocer que el gallego ha demostrado en más de una ocasión su talento poético:

Te buscaré mucho más allá de lo que exige el tiempo
Y dormiré en cualquier lugar,
con quien me deje hacerlo
... Y en mi delirio arrastraré todas las cosas buenas
Hasta fundirlas en papel y hacer que den la vuelta
Y enroscarte en una idea hasta verte agua
No dibujarte. Tal vez tratar de emborronarte…

(I. Ferreiro, Mi furia paranoica)





Y eso no es todo. Los amantes de la canción de autor no tendrán que esperar hasta el viernes: Fernando Álvarez ofrecerá un recital en El Savor el miércoles 14 (22:30 horas -entrada libre). Muy popular en la red por su satírica Fea (pero te quiero) en compañía del poeta Alfredo Pérez (Sevillanas del Beckham), tiene un buen puñado de letras muy inspiradas:

Ella hablaba de Patty y Bob
enamorados, décadas atrás.
Yo estrenaba zapatos viejos
y un trozo de libertad.
(...) Ella cargaba su corazón con metralla
a punto de estallar.
(...) La ciudad nos engañó con viejas mentiras,
el paraguas deshilachado nos salvó de la tempestad.
Y las dudas de contrabando,
y tu boca queriéndome hacer maquillajes salados,
y mi voz y tu voz cansadas de tanto pasado
...

(F. Álvarez, Patty y Bob)

Habla principalmente (¿y quién no?) del amor, con relativo desenfado, como demuestra la cómica Yo quiero un novio ("que se ponga camisas que yo elija / que me saque a pasear los domingos y aunque sea infeliz, sonría / manejable, sumergible, recargable, que me lleve al cine...") aunque sin renunciar al sentimentalismo. También acierta en el original uso de los símbolos y los juegos de palabras:

Repta sibilina sobre mí,
redimensióname,
juega piel sobre piel.
Marca sinuosa tu perfil,
recalifícame cara a la pared.
Maúlla, desafíname el colchón
(...) Sáltate toda ley: desatorníllame
.

(F. Álvarez, Desatorníllame)





Posdata: esta entrada no pretendía ser una agenda de conciertos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Romántico (y provisional) epílogo


"La conciencia de su soledad, de su desvalimiento [...], la separación humana es la fuente de la vergüenza, la culpa y la angustia".
(Erich Fromm, El arte de amar)


Este Don Juan del siglo XXI no había dicho su última palabra.

Después de décadas negándose su condición de romántico empedernido, se atreve por fin (irreconocible: casado, con tres hijos, un bigotón y sin adicciones) a dedicar un disco casi por completo al amor: No more shall we part (2001). En castellano: "Nunca más tendremos que separarnos", un título -reconozcámoslo- verdaderamente optimista. El primero de toda su carrera.

La cosa, estaba claro, iba de cambios. Del torturado poeta de los damnificados, hermano del punk y la violencia, pasamos a un estable autor con horario de oficina (de 9 de la mañana a 5 de la tarde) durante el cual escribe canciones. Afortunadamente, su creatividad no se resiente: simplemente toma otro camino y lo aprovecha al máximo. Más contenido y evocador, menos maniático, conjuga la poesía de sus textos con el tono apaciguado de sus melodías y arreglos.

Hay lugar para recordar dolores pasados, como en el tema que da título al disco:

"Los contratos están acordados, el anillo está asegurado en el dedo

y nunca de nuevo mis cartas comenzarán

tristemente o en las profundidades del invierno"


(And no more shall we part)


También se permite un fugaz regreso a su época agresiva de rebelde sin causa (Fifteen feet of pure snow) donde caben, por supuesto, los símbolos:

"Los problemas que has tenido,

los leones que te llevaron a yacer en el suelo".

(Sweetheart come)

Incluso estructuras narrativas más propias de un relato en prosa (o verso libre) que de un formato tan restringido como la canción:

"La marea de la opinión pública había comenzado a apaciguarse [...] me senté, buscando la presencia de un Dios. Busqué en los dibujos de un libro encuadernado en piel. Encontré un cordero desdibujado dormitando sobre un charco de sangre, y un Jesús con branquias temblando en el anzuelo de un pescador".

(Darker with the day)

Aunque tras un pasaje tan fervientemente religioso como este último, confiesa, de forma tímida y tardía:

Muchacha, parece que haga tanto tiempo

desde que te marchaste

Y yo tengo que decir

que se me hace más oscuro conforme avanza el día".




Ése es su tono más personal: el que alterna las pasiones y los temores cotidianos con las obsesiones devotas. Así, una escena aparentemente plácida se vuelve turbadora:

"Mi esposa yacía completamente despierta. Yo la besé suavemente en la frente. Intenté no hacer ningún ruido, pero con ojos de piedra ella me miró y amablemente me estrechó la mano. Llámalo una premonición, llámalo una loca visión. Llámalo intuición, algo aprendido de la madre, pero cuando me miró desde abajo hacia mí pude ver claramente la Espada de Damocles colgando directamente sobre ella¡ Oh Dios!¿Cómo te he ofendido?"

(Oh my lord)

Pese a la maestría de sus composiciones, algunos de sus seguidores le acusaron de una cierta monotonía, de falta de riesgo y artificiosidad. No obstante, más que estas críticas, lo evidente es que Cave no explota al máximo el talento de los músicos que lo acompañan, y que apenas intervienen en un conjunto de canciones con una mínima instrumentación.



Tras el fallido Nocturama (2003), del que se rescata la pegadiza Bring it on, Cave alcanza su máxima madurez como compositor en el doble Abattoir Blues / The lyre of Orpheus. Después de una primera parte muy rockera, en lo que correspondería a su "cara B" da rienda suelta a su oficio de escritor concentrado y metódico. Su cómoda -casi rutinaria- vida familiar no le impide expresar, en Carry me, una petición desesperada:

"Ven y bebe de mí o date la vuelta y nunca más me recuerdes".

Y eso que ya no trasnocha. Ni convive con mujeres fatales. Ni le parten el corazón.

Apenas queda nada del enfant terrible; pero Nick Cave, todavía inspirado, no fuerza la pose: nunca peca de rimbombante ni de tópico. Su delicadeza, la autenticidad con la que define los sentimientos, se refleja de forma inmejorable en la joya del disco: el vals Babe, you turn me on, donde huye de la trascendencia gracias a las pinceladas de sorna ("Con una mano en tu redondo corazón maduro / y otra debajo de tus bragas"). Y en el momento de la verdad sabe traducir a palabras emociones universales:

"Todo se colapsa / Y el sentido de la moral nos ha abandonado

Es sólo la historia que se repite a si misma.

Y nena, tú me enciendes. Como una idea.

Como una bomba atómica."

Versos deliciosos combinados a la perfección con arpegios de piano, batería con escobillas, suaves guitarras... y la voz de Cave recitando, susurrando, seseando. Hasta se atreve a simular con la boca el sonido de una explosión. Si lo hiciera cualquier otro, sería patético. En él resulta sublime.



En definitiva, aunque en su último disco (Dig, Lazarus, Dig!!!) y en su otro grupo -Grinderman- haya recuperado su vertiente más enérgica y menos romántica, Nick Cave ya no parece avergonzarse de componer canciones de amor. Han dejado de ser la excepción de su repertorio, aunque tampoco se han convertido en la regla. El cantautor australiano ha interiorizado, de una vez por todas, lo que explicaba Erich Fromm en El arte de amar:

“Mientras tememos conscientemente no ser amados, el temor real, aunque habitualmente inconsciente, es el de amar. Amar significa comprometerse sin garantías... el amor es un acto de fe”.

Versos bajo los adoquines

Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver.
(proclama de Mayo del 68)

"Comiencen a soñar", decía uno de sus eslóganes.

No es éste un espacio para la nostalgia; pero el 40 aniversario de aquel movimiento estudiantil, hoy fruto de ilustrativos homenajes y completas retrospectivas en distintos medios, merece una referencia. Y es que no sólo dejó huella en la historia, sino también -qué duda cabe- en la música.

¿Hace falta explicar unos acontecimientos de sobra conocidos? Las protestas y huelgas de los estudiantes contra el gobierno De Gaulle se vieron secundadas por los obreros, sindicatos y pensadores, como Jean-Paul Sartre. También -desde la distancia, eso sí- por los artistas, que pusieron banda sonora a la época.

Los Rolling Stones estrenaron la descarnada y directa Street fighting man, del álbum Beggars banquet (1968), donde se referían a las revueltas juveniles antisistema. Lo hacían, claro, un año antes de anunciar en el apocalíptico Let it bleed (1969) la cruda realidad post-revolucionaria (su "you can't always get what you want" se opondría al idealista "pedid lo imposible").

La sucia portada se censuró en España; fue sustituida por un pulquérrimo diseño en blanco, demasiado similar al White Album de The Beatles (publicado unos meses antes). En este vídeo de Street fighting man se observa el modelo original de Beggars banquet:





"Creo que es el momento para una revolución de palacio [...]

¡Oye! He dicho que mi nombre es Disturbio.
Chillaré y gritaré, mataré al rey, insultaré a todos sus criados.
Pero ¿qué puede hacer un chaval aparte de cantar
en una banda de rock and roll?
Porque en el soporífero Londres
no hay lugar para un luchador callejero. ¡No!"

(Street fighting man)

No hay que olvidar que el disco incluía, a su vez, la inolvidable Sympathy for the devil ("Si me conoces, ten algo de cortesía, / ten algo de compasión, y algo de buen gusto / Usa toda tu bien aprendida educación / o destruiré tu alma"), así como la desafiante Salt of the earth ("Pensemos en los vacilantes millones que necesitan líderes que luego resultan jugadores"). De hecho, el propio Jagger reconoce, en varias entrevistas, la influencia de mayo del 68 en un álbum tan provocativo como Beggars banquet:


"Las revueltas de París me sirvieron de inspiración, porque Londres, en contraste, estaba muy tranquila [...] Siempre me decían que Street fighting man era una canción subversiva. "Por supuesto que lo es", contestaba. Es absurdo pensar que se puede empezar una revolución con un disco. ¡Ojalá fuera así!"

(Mick Jagger, 1995)


Y sus satánicas majestades no estaban solos. The Beatles, por su parte, editaban el doble White Album, que daría por sí solo para una tesis doctoral.

En lo que aquí atañe, destacan la claustrofóbica Yer Blues ("Quiero morirme... / El águila me picotea un ojo, / el gusano me lame los huesos. / Me siento tan suicida..."), que en este directo reúne a cuatro de los mejores músicos de todos los tiempos (Lennon, Clapton, Richards y Mitchell) y la crítica encubierta al Maharishi Manesh Yogui, que habían conocido en su viaje a la India y a quien Lennon pone a caldo en Sexy Sadie.

Aunque para hablar de política, por primera vez de modo declarado y sin cortapisas, ahí estaba Revolution 1, en la que John, espoleado por el mayo parisino, se revelaba partidario de los cambios sociales, pero no de la violencia revolucionaria:

"Dices que quieres una revolución / Bueno, ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Me cuentas que es la evolución. / Ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Pero cuando hablas de destrucción... no cuentes conmigo".





Al otro lado del Atlántico, Simon & Garfunkel grababan Bookends, retrato de América (con el tema homónimo, que reza: "Lo que el tiempo fue, lo fue: el tiempo de la inocencia"), el musical Hair con su apología hippie anti-Vietnam, Johnny Cash con su histórica actuación en la prisión estatal de Folsom, y sobre todo The Doors.
Su tercer album, Waiting for the sun, y el primero que alcanzaba lo más alto de las listas de ventas, con singles tan significativos como la erótico-festiva Hello, I love you, el mismo mes que el Papa había condenado el uso de los anticonceptivos.

"Sus brazos son inmorales y sus piernas largas. /

Te deseo / Como un perro que suplica por algo dulce".


o, especialmente, como la desgarradoramente antibelicista The unknown soldier:

"Haz una tumba para el soldado desconocido

acurrucado en el hueco de tu hombro".





En España, aprovechando las primeras fisuras de un régimen autoritario que aún torturaba y asesinaba a sangre fría, los cantautores ejercieron casi de líderes políticos, cuando menos de luchadores por la democracia. Raimon ofreció un recital mítico en la entonces Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense, que se vio obligada a cerrar un año por culpa de este acto subversivo. No se conserva ninguna grabación (el técnico, atemorizado, las destruyó), pero el valenciano asegura que comenzó con esa loa a la libertad que es Al Vent:

"Al vent, la cara al vent, el cor al vent,

les mans al vent,
ells ulls al vent...
al vent del món."

Casi una proclama política, propia de otros miembros de la Nova Cançó como Pi de la Serra o María del Mar Bonet; o de Joan Manuel Serrat, que renuncia a participar en Eurovisión si no canta en catalán el famoso "La, la, la", decisión que le costaría la censura y más de un quebradero de cabeza. Igual que a Lluis Llach, que precisamente en 1968 compuso L'Estaca, quizá el tema más representativo de la época. Ha alcanzado tanta popularidad, que a veces se canta de memoria, olvidando la profundo sentido de sus bellas palabras:

"Siset, que no veus l'estaca/on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en mai no podrem caminar!
Si estirem tots, ella caurà, i molt de temps no pot durar [...]
Segur que tomba [...] i ens podrem alliberar.
Però, Siset, fa molt temps ja, les mans se'm van escorxant
[...] Sé que està podrida
però és que, Siset, pesa tant/que a cops la força m'oblida"

("Siset, ¿No ves la estaca/a la que estamos todos atados?/Si no conseguimos deshacerla/nunca podremos andar // Si tiramos fuerte, ella caerá/ y mucho tiempo no puede durar/Seguro que cae, y podremos liberarnos // ¡Pero, Siset, hace mucho tiempo ya/las manos se me están desollando (...) Sé que está podrida/pero es que, Siset, pesa tanto/que a golpes la fuerza se me olvida.")






¿Y en Francia? Aparte del rock y el folk anglosajón, la patriótica Marsellesa o la Internacional comunista, una canción sin mensaje político o ideológico, a fuerza de ser repetida, se convertía en himno: Il est cinq heures, Paris s'éveille, con letra de Jacques Lanzmann y Anne Ségalen. Jacques Dutronc ponía la voz:





Reino Unido, EEUU, España, Francia... todos denunciaban lo mismo: fuese en una dictadura o en un (supuesto) sistema democrático, hacía falta una renovación social, política y cultural. La juventud debía recuperar el inconformismo, apaciguado demasiado tiempo, y lanzar sus proclamas contra la apatía y a favor del amor, la paz y la liberación sexual.

Treinta años más tarde, Ismael Serrano (con su hermano Daniel como letrista) dedicaría una dura crítica a aquella generación en Papá, cuéntame otra vez; canción a veces malinterpretada como una elegía a un tiempo pasado que fue mejor, cuando no es en absoluto la intención del autor:

"Fue muy dura la derrota,
todo lo que se soñaba se pudrió en los rincones".

Lo que recuerda es que no se consiguió nada: el gobierno, durante las huelgas generales, llegó a encontrarse al borde del colapso; pero el posibilismo del Partido Comunista Francés y de la Confederación General del Trabajo llevaron a los obreros a aceptar las reformas (insuficientes) y las elecciones anticipadas, en las que De Gaulle resurgió con más fuerza todavía.


Cuarenta años después, estancados en un sistema neoliberal y capitalista casi tan injusto y desigual como el de entonces, algunos de los eslóganes del mayo francés suenan más antiguos que la Inquisición (La humanidad no será feliz hasta el dia que el último burócrata sea ahorcado con las tripas del último capitalista). Sin embargo, otros conservan su capacidad ilusionante y movilizadora (La imaginación al poder), su dosis de frivolidad (El aburrimiento es contrarrevolucionario) e incluso significados inesperados (Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas).

Pese a todo, por encima de las barricadas, los alucinógenos o el carisma de Dany el rojo, la acuciante necesidad de reivindicación ante el anquilosamiento, la esperanza y la rebeldía, sumadas a un puñado de grandes canciones, hacen perdurar el recuerdo de Mayo del 68.

Mal que le pese a Sarkozy, quien considera aquel movimiento el origen de todos los males del presente, no le faltaba razón a Sartre:
"Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir".