lunes, 5 de mayo de 2008

Versos bajo los adoquines

Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver.
(proclama de Mayo del 68)

"Comiencen a soñar", decía uno de sus eslóganes.

No es éste un espacio para la nostalgia; pero el 40 aniversario de aquel movimiento estudiantil, hoy fruto de ilustrativos homenajes y completas retrospectivas en distintos medios, merece una referencia. Y es que no sólo dejó huella en la historia, sino también -qué duda cabe- en la música.

¿Hace falta explicar unos acontecimientos de sobra conocidos? Las protestas y huelgas de los estudiantes contra el gobierno De Gaulle se vieron secundadas por los obreros, sindicatos y pensadores, como Jean-Paul Sartre. También -desde la distancia, eso sí- por los artistas, que pusieron banda sonora a la época.

Los Rolling Stones estrenaron la descarnada y directa Street fighting man, del álbum Beggars banquet (1968), donde se referían a las revueltas juveniles antisistema. Lo hacían, claro, un año antes de anunciar en el apocalíptico Let it bleed (1969) la cruda realidad post-revolucionaria (su "you can't always get what you want" se opondría al idealista "pedid lo imposible").

La sucia portada se censuró en España; fue sustituida por un pulquérrimo diseño en blanco, demasiado similar al White Album de The Beatles (publicado unos meses antes). En este vídeo de Street fighting man se observa el modelo original de Beggars banquet:





"Creo que es el momento para una revolución de palacio [...]

¡Oye! He dicho que mi nombre es Disturbio.
Chillaré y gritaré, mataré al rey, insultaré a todos sus criados.
Pero ¿qué puede hacer un chaval aparte de cantar
en una banda de rock and roll?
Porque en el soporífero Londres
no hay lugar para un luchador callejero. ¡No!"

(Street fighting man)

No hay que olvidar que el disco incluía, a su vez, la inolvidable Sympathy for the devil ("Si me conoces, ten algo de cortesía, / ten algo de compasión, y algo de buen gusto / Usa toda tu bien aprendida educación / o destruiré tu alma"), así como la desafiante Salt of the earth ("Pensemos en los vacilantes millones que necesitan líderes que luego resultan jugadores"). De hecho, el propio Jagger reconoce, en varias entrevistas, la influencia de mayo del 68 en un álbum tan provocativo como Beggars banquet:


"Las revueltas de París me sirvieron de inspiración, porque Londres, en contraste, estaba muy tranquila [...] Siempre me decían que Street fighting man era una canción subversiva. "Por supuesto que lo es", contestaba. Es absurdo pensar que se puede empezar una revolución con un disco. ¡Ojalá fuera así!"

(Mick Jagger, 1995)


Y sus satánicas majestades no estaban solos. The Beatles, por su parte, editaban el doble White Album, que daría por sí solo para una tesis doctoral.

En lo que aquí atañe, destacan la claustrofóbica Yer Blues ("Quiero morirme... / El águila me picotea un ojo, / el gusano me lame los huesos. / Me siento tan suicida..."), que en este directo reúne a cuatro de los mejores músicos de todos los tiempos (Lennon, Clapton, Richards y Mitchell) y la crítica encubierta al Maharishi Manesh Yogui, que habían conocido en su viaje a la India y a quien Lennon pone a caldo en Sexy Sadie.

Aunque para hablar de política, por primera vez de modo declarado y sin cortapisas, ahí estaba Revolution 1, en la que John, espoleado por el mayo parisino, se revelaba partidario de los cambios sociales, pero no de la violencia revolucionaria:

"Dices que quieres una revolución / Bueno, ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Me cuentas que es la evolución. / Ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.
Pero cuando hablas de destrucción... no cuentes conmigo".





Al otro lado del Atlántico, Simon & Garfunkel grababan Bookends, retrato de América (con el tema homónimo, que reza: "Lo que el tiempo fue, lo fue: el tiempo de la inocencia"), el musical Hair con su apología hippie anti-Vietnam, Johnny Cash con su histórica actuación en la prisión estatal de Folsom, y sobre todo The Doors.
Su tercer album, Waiting for the sun, y el primero que alcanzaba lo más alto de las listas de ventas, con singles tan significativos como la erótico-festiva Hello, I love you, el mismo mes que el Papa había condenado el uso de los anticonceptivos.

"Sus brazos son inmorales y sus piernas largas. /

Te deseo / Como un perro que suplica por algo dulce".


o, especialmente, como la desgarradoramente antibelicista The unknown soldier:

"Haz una tumba para el soldado desconocido

acurrucado en el hueco de tu hombro".





En España, aprovechando las primeras fisuras de un régimen autoritario que aún torturaba y asesinaba a sangre fría, los cantautores ejercieron casi de líderes políticos, cuando menos de luchadores por la democracia. Raimon ofreció un recital mítico en la entonces Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense, que se vio obligada a cerrar un año por culpa de este acto subversivo. No se conserva ninguna grabación (el técnico, atemorizado, las destruyó), pero el valenciano asegura que comenzó con esa loa a la libertad que es Al Vent:

"Al vent, la cara al vent, el cor al vent,

les mans al vent,
ells ulls al vent...
al vent del món."

Casi una proclama política, propia de otros miembros de la Nova Cançó como Pi de la Serra o María del Mar Bonet; o de Joan Manuel Serrat, que renuncia a participar en Eurovisión si no canta en catalán el famoso "La, la, la", decisión que le costaría la censura y más de un quebradero de cabeza. Igual que a Lluis Llach, que precisamente en 1968 compuso L'Estaca, quizá el tema más representativo de la época. Ha alcanzado tanta popularidad, que a veces se canta de memoria, olvidando la profundo sentido de sus bellas palabras:

"Siset, que no veus l'estaca/on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en mai no podrem caminar!
Si estirem tots, ella caurà, i molt de temps no pot durar [...]
Segur que tomba [...] i ens podrem alliberar.
Però, Siset, fa molt temps ja, les mans se'm van escorxant
[...] Sé que està podrida
però és que, Siset, pesa tant/que a cops la força m'oblida"

("Siset, ¿No ves la estaca/a la que estamos todos atados?/Si no conseguimos deshacerla/nunca podremos andar // Si tiramos fuerte, ella caerá/ y mucho tiempo no puede durar/Seguro que cae, y podremos liberarnos // ¡Pero, Siset, hace mucho tiempo ya/las manos se me están desollando (...) Sé que está podrida/pero es que, Siset, pesa tanto/que a golpes la fuerza se me olvida.")






¿Y en Francia? Aparte del rock y el folk anglosajón, la patriótica Marsellesa o la Internacional comunista, una canción sin mensaje político o ideológico, a fuerza de ser repetida, se convertía en himno: Il est cinq heures, Paris s'éveille, con letra de Jacques Lanzmann y Anne Ségalen. Jacques Dutronc ponía la voz:





Reino Unido, EEUU, España, Francia... todos denunciaban lo mismo: fuese en una dictadura o en un (supuesto) sistema democrático, hacía falta una renovación social, política y cultural. La juventud debía recuperar el inconformismo, apaciguado demasiado tiempo, y lanzar sus proclamas contra la apatía y a favor del amor, la paz y la liberación sexual.

Treinta años más tarde, Ismael Serrano (con su hermano Daniel como letrista) dedicaría una dura crítica a aquella generación en Papá, cuéntame otra vez; canción a veces malinterpretada como una elegía a un tiempo pasado que fue mejor, cuando no es en absoluto la intención del autor:

"Fue muy dura la derrota,
todo lo que se soñaba se pudrió en los rincones".

Lo que recuerda es que no se consiguió nada: el gobierno, durante las huelgas generales, llegó a encontrarse al borde del colapso; pero el posibilismo del Partido Comunista Francés y de la Confederación General del Trabajo llevaron a los obreros a aceptar las reformas (insuficientes) y las elecciones anticipadas, en las que De Gaulle resurgió con más fuerza todavía.


Cuarenta años después, estancados en un sistema neoliberal y capitalista casi tan injusto y desigual como el de entonces, algunos de los eslóganes del mayo francés suenan más antiguos que la Inquisición (La humanidad no será feliz hasta el dia que el último burócrata sea ahorcado con las tripas del último capitalista). Sin embargo, otros conservan su capacidad ilusionante y movilizadora (La imaginación al poder), su dosis de frivolidad (El aburrimiento es contrarrevolucionario) e incluso significados inesperados (Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas).

Pese a todo, por encima de las barricadas, los alucinógenos o el carisma de Dany el rojo, la acuciante necesidad de reivindicación ante el anquilosamiento, la esperanza y la rebeldía, sumadas a un puñado de grandes canciones, hacen perdurar el recuerdo de Mayo del 68.

Mal que le pese a Sarkozy, quien considera aquel movimiento el origen de todos los males del presente, no le faltaba razón a Sartre:
"Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir".


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